24/12/2019 • CIUDAD
Javier Díaz:
“Recen pidiendo paciencia, que significa paz y ciencia. Paz para mí y ciencia para los médicos que me tienen que operar”.
Desde hace unos días el colega periodista Javier Díaz está internado en el Hospital Municipal de Coronel Suárez.
Lo que empezó como un tratamiento y bajarle su nivel de azúcar en sangre, y continuó con estudios para analizar la causa de por qué tenía dificultad de movilidad en uno de sus brazos y en su pierna izquierda, terminó por confirmar un diagnóstico inesperado: tiene un tumor en el cerebro.
En estos momentos están practicándole un tratamiento para desinflamar la zona, camino a una operación prevista para los próximos 5 o 7 días en el Hospital Penna de Bahía Blanca, intervención en las que están puestas todas sus expectativas.
En estos días muchos colegas, amigos, familia, han ido a visitarlo. Y Javier pidió una entrevista.
No es mucha costumbre por estos lares hacerle una entrevista a un periodista. Pero fue una buena oportunidad para el encuentro, para ponerle palabras a una circunstancia límite.
Esto es lo que dijo, lo que pidió, que no deja de ser una buena enseñanza para quien quiera tomarla.
“No es habitual estas entrevistas y en esta situación, menos”, dijo, claro y conciso.
Le contó a la gente cómo está: “yo estoy bien. Hoy quizás un poco angustiado. Según los días (un poco maricón, había dicho, con el humor ácido que lo caracteriza). Pero es normal –aclara- porque me están pasando corticoides por el suero. Eso es para desinflamar el tumor. Tengo un tumor en el cerebro, en la base del tronco”.
Recuerda que “no podía mover la mano izquierda. Ahora la puedo abrir y cerrar, que no lo podía hacer. Y la pierna izquierda tampoco, y ahora la puedo mover y levantar. Voy en proceso de mejora en ese aspecto. Voy camino a operarme en el Hospital Penna de Bahía Blanca, seguramente los primeros días del año. Me deben quedar cinco o seis días en el Hospital de Suárez para seguir poniéndome a punto. Están haciendo cambio de aceite”.
Dice que “pido paciencia, que es paz y ciencia. Paz para mí, para poder enfrentar la operación, estar tranquilo y no descontrolarme, porque me puede subir el azúcar y eso no hace bien. Y ciencia para los médicos que me tienen que operar, que necesitan pericia absoluta para esta microcirugía”.
Javier descompone las palabras, como lo hacía Luisa Braganza, en sus versos y en sus dichos (cuando hablaba, por ejemplo, de comunión, que es común unión).
Reconoce Javier que no le gustaban las cadenas de oración ni los psicólogos: “es impresionante. Siempre lo dije, soy agnóstico. Me costaba creer en muchas cosas. Y ahora la oración da fuerzas. Y aparte, en estas situaciones, te das cuenta como el otro te acompaña”.
Agradece la visita de amigos y de colegas: “a mí la vida me ha pegado fuerte, mucho. Pero de todo se aprende”.
Dice que, en el Hospital, lo atienden “excelente, me miman demasiado”.
Se ríe cuando quien lo entrevista insinúa que lo tratan bien porque tienen miedo que cuando se componga salga denunciando que no lo atendieron bien.
“Se merecen la atención de todos siempre”, agrega.
Y nombra a “algunos enfermeros y enfermeras, y en ellos a todos: Jorgelina Güidale, Dana, Nicolás, es impresionante su atención, su mano. Porque a veces, cuando uno está acá, un pinchazo duele mucho. Y la verdad que tienen una mano… Eso es importantísimo. Son unos genios”.
Y agradece a los médicos: “la administración de Ricardo Moccero abrió todas las puertas para todo. Un agradecimiento profundo al Dr. Migliavaca, Daniel Vilariño, Victoria Alarcia. Gerardo Quiess, el Psicólogo. Yo era un negado de la psicología. Uno acumula una cantidad de nudos que no sabe que eso le hace mal. Esto es producto de eso, de cosas no cerradas. Uno en esta profesión es de decir ¡qué me va a venir a ayudar un psicólogo! Si tienen un problema háblenlo con un psicólogo porque abre tu herida y ayuda a cicatrizar”.
Quien lo va a operar es el Dr. D'Anuncio, un excelente neurólogo: “me pongo en las manos de él”.
Y, por supuesto, agradece a su esposa Fabiana que lo cuida, como siempre lo hizo.
En la despedida solicita una cadena de oración pidiendo paciencia, paz para él y ciencia para los médicos.
Lo que empezó como un tratamiento y bajarle su nivel de azúcar en sangre, y continuó con estudios para analizar la causa de por qué tenía dificultad de movilidad en uno de sus brazos y en su pierna izquierda, terminó por confirmar un diagnóstico inesperado: tiene un tumor en el cerebro.
En estos momentos están practicándole un tratamiento para desinflamar la zona, camino a una operación prevista para los próximos 5 o 7 días en el Hospital Penna de Bahía Blanca, intervención en las que están puestas todas sus expectativas.
En estos días muchos colegas, amigos, familia, han ido a visitarlo. Y Javier pidió una entrevista.
No es mucha costumbre por estos lares hacerle una entrevista a un periodista. Pero fue una buena oportunidad para el encuentro, para ponerle palabras a una circunstancia límite.
Esto es lo que dijo, lo que pidió, que no deja de ser una buena enseñanza para quien quiera tomarla.
“No es habitual estas entrevistas y en esta situación, menos”, dijo, claro y conciso.
Le contó a la gente cómo está: “yo estoy bien. Hoy quizás un poco angustiado. Según los días (un poco maricón, había dicho, con el humor ácido que lo caracteriza). Pero es normal –aclara- porque me están pasando corticoides por el suero. Eso es para desinflamar el tumor. Tengo un tumor en el cerebro, en la base del tronco”.
Recuerda que “no podía mover la mano izquierda. Ahora la puedo abrir y cerrar, que no lo podía hacer. Y la pierna izquierda tampoco, y ahora la puedo mover y levantar. Voy en proceso de mejora en ese aspecto. Voy camino a operarme en el Hospital Penna de Bahía Blanca, seguramente los primeros días del año. Me deben quedar cinco o seis días en el Hospital de Suárez para seguir poniéndome a punto. Están haciendo cambio de aceite”.
Dice que “pido paciencia, que es paz y ciencia. Paz para mí, para poder enfrentar la operación, estar tranquilo y no descontrolarme, porque me puede subir el azúcar y eso no hace bien. Y ciencia para los médicos que me tienen que operar, que necesitan pericia absoluta para esta microcirugía”.
Javier descompone las palabras, como lo hacía Luisa Braganza, en sus versos y en sus dichos (cuando hablaba, por ejemplo, de comunión, que es común unión).
Reconoce Javier que no le gustaban las cadenas de oración ni los psicólogos: “es impresionante. Siempre lo dije, soy agnóstico. Me costaba creer en muchas cosas. Y ahora la oración da fuerzas. Y aparte, en estas situaciones, te das cuenta como el otro te acompaña”.
Agradece la visita de amigos y de colegas: “a mí la vida me ha pegado fuerte, mucho. Pero de todo se aprende”.
Dice que, en el Hospital, lo atienden “excelente, me miman demasiado”.
Se ríe cuando quien lo entrevista insinúa que lo tratan bien porque tienen miedo que cuando se componga salga denunciando que no lo atendieron bien.
“Se merecen la atención de todos siempre”, agrega.
Y nombra a “algunos enfermeros y enfermeras, y en ellos a todos: Jorgelina Güidale, Dana, Nicolás, es impresionante su atención, su mano. Porque a veces, cuando uno está acá, un pinchazo duele mucho. Y la verdad que tienen una mano… Eso es importantísimo. Son unos genios”.
Y agradece a los médicos: “la administración de Ricardo Moccero abrió todas las puertas para todo. Un agradecimiento profundo al Dr. Migliavaca, Daniel Vilariño, Victoria Alarcia. Gerardo Quiess, el Psicólogo. Yo era un negado de la psicología. Uno acumula una cantidad de nudos que no sabe que eso le hace mal. Esto es producto de eso, de cosas no cerradas. Uno en esta profesión es de decir ¡qué me va a venir a ayudar un psicólogo! Si tienen un problema háblenlo con un psicólogo porque abre tu herida y ayuda a cicatrizar”.
Quien lo va a operar es el Dr. D'Anuncio, un excelente neurólogo: “me pongo en las manos de él”.
Y, por supuesto, agradece a su esposa Fabiana que lo cuida, como siempre lo hizo.
En la despedida solicita una cadena de oración pidiendo paciencia, paz para él y ciencia para los médicos.