La educación como derecho, también en las cárceles. Entrevista al Magister Francisco José Scarfó.
Es Profesor, Licenciado en Ciencias de la Educación y también Magister, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Es además maestro de escuela pública primaria en el ámbito carcelario desde hace 25 años. Disertante en una jornada organizada por la carrera de Trabajo Social en el Instituto Nº 48. “He aprendido a ser paciente. Una de las cosas que genera la cárcel es mucha ansiedad, el hecho de ver cuándo obtengo la libertad. Y eso se pone en el aula, entonces las expectativas son muchas, pero aceleradas. Entonces tengo que aprender que las ansiedades tienen otro tenor. El hecho de ser paciente, más comprensivo. Comprender la complejidad de las cosas; la gente no llega ahí solamente porque cometió un delito. Esa llegada a la cárcel tiene más variables que juegan. Hay un montón de cosas que hacen que estas personas lleguen a la cárcel. Y lo otro, más importante, es que siempre es posible el cambio”.
“Tuve esa posibilidad y la aproveché de estar en la práctica –dar clase en escuela primaria de adultos en ámbito carcelario- y también en la investigación teórica. Lo cual era muy interesante, porque en ese momento no estaba instalada la escuela en las cárceles como modalidad educativa, no había ley, no había gente que estaba formada. También era costoso, uno tenía que elegir un tutor para una tesis, un trabajo y no había nadie, por lo que había que buscársela de otra manera. Ahora ya está más instalado, tiene más visibilidad”, dijo en el principio de la entrevista.
Consultado en torno a lo que tiene de igual y de distinto la escuela en las cárceles, explicó que “la diferencia pasa por tres lugares. El primero, uno está trabajando con un sujeto adulto, que está sometido, sufriendo en su cuerpo y en su vida la privación de la libertad, lo que no es algo menor. Lo que tenemos los seres humanos, lo más valioso, es la libertad. Y en estos casos la libertad está suspendida, transitoriamente cortada. Eso afecta la subjetividad en el día a día, pensar su presente, su futuro, su pasado”.
La calificada visita luego agregó que “en segundo lugar el contexto; la cárcel como dispositivo social de disciplinamiento, de control, de separación. Es un dispositivo que tiene sus dinámicas y lógicas muy singulares, generalmente cruzado por situaciones de violencia, de invisibilidad. Entonces el contexto y el sujeto tienen una singularidad que lo hace diferentes a una escuela o a una educación de adulto y en el afuera. La comunidad de la escuela es la cárcel. La gestión de la cárcel está en manos de los servicios penitenciarios, que tienen una formación como fuerza de seguridad, lo que implica lógicas y desarrollos de resolver conflictos muchas veces diferentes a lo que uno lo resuelve afuera, porque el contexto es otro”.
“Y lo que tiene parecido es la apropiación de los saberes que van alcanzando, es decir, la gratificación de los estudiantes que aprenden a leer y a escribir, las ganas a pesar de todo lo que vengo diciendo en torno al contexto. A pesar de todo eso las ganas de querer estar mejor, de sentirse reconocidos por otro, que no es ni detenido, ni está preso, ni es funcionario penitenciario, ni profesional donde está mediando la seguridad. Es otro, que es el maestro, con el que media nada más que la relación pedagógica. Y después las expectativas de los estudiantes y los maestros tienen de parecido la búsqueda del mejoramiento en la vida, de hacerla más digna a partir de la educación. Eso es igual. Pero a la vez en la cárcel tiene más fuerza, más impacto, más luz”.
¿Cuánto el maestro termina conociendo de las historias particulares o si de eso no se habla?, fue la siguiente pregunta. La respuesta de este docente fue “las interacciones están, pero no están por delante, están como acompañando el proceso. Cuando un estudiante se sienta en el aula uno no le pregunta ¿por qué estás acá?, ¿qué hiciste? Está en el aula y ya está. Importa que puedan acceder a leer, a escribir, a completar sus estudios primarios, secundarios, lo que sea. No está por delante el hecho delictivo, porque ya fue juzgado por un juez. Yo me dedico a educar. No soy un psicólogo. El educador está para intervenir sobre las cuestiones pedagógicas, las cuestiones que hacen a que ese derecho a la educación realmente tenga su impacto en la persona. Después sí puede aparecer, la persona cuenta cómo llegó, qué hacía antes. Pero no es una cuestión que está por delante, que gravita para poder interactuar con el sujeto”.
Sobre lo que ha aprendido de sus alumnos respondió que “he aprendido a ser paciente. Una de las cosas que genera la cárcel es mucha ansiedad, el hecho de ver cuándo obtengo la libertad. Y eso se pone en el aula, entonces las expectativas son muchas, pero aceleradas. Entonces tengo que aprender que las ansiedades tienen otro tenor”.
El Licenciado Scarfó explico que “el hecho de ser paciente, más comprensivo, comprender la complejidad de las cosas: la gente no llega ahí solamente porque cometió un delito. Esa llegada a la cárcel tiene más variables que juegan. Hay un montón de cosas que hacen que estas personas lleguen a la cárcel. Y lo otro, más importante, es que siempre es posible el cambio. Los seres humanos, cuando tenemos la libertad tan valiosa, también tenemos lo valioso de poder cambiar. El tema es estar persuadido, convencido y es ahí donde trabajamos los educadores. Convenciendo, persuadiendo para que esa persona no que tenga que cambiar, no tener que robar más. Decir eso es demagogia pedagógica. Decir vos podes tener otra vida, la que quiera, a partir de poder acceder a la educación. Podes hacer de tu vida lo que quiera, otra cosa. Ese cambio no es el cambio de moral, ‘me tengo que portar bien’. El cambio es saber que puedo cambiar. Por ahí pasa”.