Sebastián Andes representó con emoción a los exalumnos en los 50 años de la Escuela Agropecuaria

Otro de los discursos sentidos y cargados de recuerdos en el 50° aniversario de la Escuela de Educación Secundaria Agraria N° 1 estuvo a cargo de Sebastián Andes, exalumno y actual docente de la institución, quien compartió unas palabras en nombre de las distintas generaciones que pasaron por la “Agro”, como con cariño la siguen llamando.

“Hola y buenas tardes a todos. Estoy un poco nervioso. Y es porque hay alumnos presentes, y yo estuve sentado ahí como ellos”, comenzó diciendo Andes, visiblemente emocionado por el rol que le tocó asumir en esta celebración tan significativa. “La verdad que dirigir estas palabras en nombre de ellos y de los exalumnos, en este caso, no es nada sencillo”, agregó con humildad.

Sebastián egresó en el año 2000, el mismo año en que se inauguró el actual edificio de la escuela. Recordó cómo junto a sus compañeros participó de ese momento histórico y cómo, con el tiempo, la vida lo trajo nuevamente a la institución, ahora desde otro lugar, como docente. “Hoy, además de exalumno, soy docente, como algunos colegas aquí presentes. También se me hace este regalo y el inmerecido honor de hacer uso de la palabra para compartir con ustedes esta celebración tan especial”.

En su discurso, destacó lo difícil que resulta intentar representar a todos los exalumnos, pero encontró una forma profunda y sencilla de sintetizar lo vivido: “Hay una frase que dice: ‘la gente olvidará lo que dijiste, pero nunca olvidará cómo les hiciste sentir’. La escuela, la Agro para nosotros, no solo está cumpliendo 50 años como institución educativa, sino también como una verdadera fuente de entrañables recuerdos, marcados por una educación muy cercana”.

Desde su mirada actual como docente, trajo al presente conceptos de la pedagogía contemporánea como la educación emocional, pero explicó con claridad cómo eso ya estaba presente, incluso en aquellos años: “Aquí en la escuela, en el patio, en la residencia, en las chacras —hoy entornos formativos—, en los viajes —hoy salidas educativas—, las mañanas y las tardes que hemos pasado no fueron en vano. Directivos, docentes, preceptores y auxiliares se encargaron cada día de enseñarnos a llevar con orgullo la insignia de la escuela y, sobre todo, a ser buenas personas, con autoridad, desde el conocimiento y desde el afecto”.

Andes expresó que muchas veces uno toma conciencia del valor de la escuela recién con el paso del tiempo: “Es en la universidad, en el trabajo, en la vida misma, cuando uno recuerda y valora los momentos vividos en la querida secundaria”.

También apeló a la memoria colectiva de los presentes, trayendo al presente las travesuras, los enojos, las risas y las amonestaciones que marcaron a fuego las vivencias escolares: “Eso que nos alegró y también nos enojó, sobre todo nos enseñó”.

Para muchos, sostuvo, la escuela fue mucho más que una institución educativa. “Fue su casa, fue su familia, fue su grupo de amigos, fue su refugio. Para otros, la energía o el empujón que necesitaban para animarse a emprender un nuevo camino”.

Casi al finalizar su intervención, hizo un llamado a quienes hoy forman parte de la escuela a continuar cuidándola y proyectándola con el mismo compromiso que sus fundadores: “Sigamos apostando por su crecimiento. Aún crecimiento con calidad, con calidad educativa y con calidad emocional. Recibamos con honor el legado de 50 años de esfuerzos para continuar dándole una larga y sentida vida a la escuela”.

Y cerró su mensaje con una frase que resume el sentir compartido de generaciones de estudiantes: “En nombre de todos los exalumnos, gracias escuela por tantas mañanas y tardes de aprendizajes. Muy feliz aniversario para todos”.