Qué pasó el Viernes Santo: el juicio a Jesús por blasfemia y su vía crucis por las calles de Jerusalén

El Viernes Santo es uno de los días más solemnes y significativos del calendario cristiano. En esta jornada, los cristianos recuerdan la pasión, muerte y sepultura de Jesucristo. La liturgia de este día, cargada de simbolismo y meditación, invita a los fieles a vivir intensamente los momentos dolorosos sufridos por Jesús en Jerusalén. Desde su agonía en el Huerto de los Olivos hasta su crucifixión y sepultura.
El drama del Viernes Santo, comienza la noche anterior en uno de los momentos más conmovedores de la pasión de Cristo: la oración en el Huerto de los Olivos. Después de la Última Cena, Jesús se dirige al monte de los Olivos, en un lugar cercano a Jerusalén, para orar y prepararse para lo que está por venir. En el Evangelio de San Mateo se describe así: “Entonces Jesús fue con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: ‘Sentaos aquí, mientras yo voy allí a orar.’ Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse en gran manera. Entonces les dijo: ‘Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.’ Y adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: ‘Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.’” (Mateo 26:36-39).
Este pasaje relata la profunda angustia de Jesús, quien en su humanidad experimenta el temor y la tristeza ante la perspectiva de su sufrimiento y muerte. Sin embargo, su oración revela también su total entrega y obediencia al plan divino: “No sea como yo quiero, sino como tú”. Esta escena es clave porque muestra la lucha interior de Jesús entre su deseo humano de evitar el sufrimiento y su obediencia a la voluntad del Padre. Los discípulos, en este momento, no son capaces de acompañar a Jesús en su oración, ya que se duermen. Esta deserción de los apóstoles se repite varias veces a lo largo de la noche, y refleja la fragilidad humana en contraste con la firmeza de Cristo. Finalmente, después de su oración, Jesús se prepara para enfrentarse a su arresto.
La traición de Judas
Tras su agonía en el Huerto de los Olivos, Jesús es arrestado por una multitud armada, liderada por Judas Iscariote, quien lo traiciona con un beso. Este acto marca el comienzo de los sufrimientos físicos y espirituales de Jesús. San Lucas relata: “Mientras aún hablaba, vino una multitud, y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos y se acercó a Jesús para besarle. Jesús le dijo: ‘Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?’” (Lucas 22:47-48)
Este acto de traición es la culminación de la conspiración de los líderes religiosos de Jerusalén para arrestar a Jesús. El apóstol Pedro, en un intento de defender a su Maestro, corta la oreja de uno de los sirvientes del sumo sacerdote, pero Jesús lo reprende y sana al herido.
Durante el juicio, Jesús es acusado de blasfemia por afirmar que es el Hijo de Dios. A pesar de las falsas acusaciones y los testimonios contradictorios, Jesús permanece en silencio, cumpliendo la profecía de Isaías: “Como oveja fue llevada al matadero, y como cordero mudo delante de su trasquilador, así no abrió su boca” (Isaías 53:7).
La sentencia de Poncio Pilato
Ante la presión de la multitud y de las autoridades, Pilato, el gobernador romano, se ve obligado a condenar a Jesús a la crucifixión. En el Evangelio de Juan, Pilato declara: “¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaron aún más, diciendo: ‘¡Crucifícalo!’” (Juan 19:6) Antes de ser conducido al Calvario, Jesús es sometido a una cruel flagelación, una forma de castigo físico extremadamente dolorosa. La flagelación no solo tenía el objetivo de castigar, sino también de humillar públicamente al prisionero. El Evangelio de Mateo nos dice: “Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó.” (Mateo 27:26).
Este acto de flagelación es uno de los momentos más dolorosos de la pasión, ya que no solo afectaba el cuerpo de Jesús, sino que también tenía un profundo sentido espiritual, ya que Él, siendo inocente, aceptaba este sufrimiento.
Cabe mencionar acá un hecho del cual se habla poco: la esposa de Poncio Pilato. Es mencionada en el Evangelio según Mateo (27:19), es una figura intrigante y poco conocida dentro de la narrativa bíblica. Mientras él está juzgando a Jesús. Le advierte: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido mucho en sueños a causa de él”. En muchas culturas, los sueños eran considerados como vehículos de revelación o mensajes divinos. En la Biblia, los sueños son frecuentemente usados por Dios para comunicar voluntad y sabiduría (como en los sueños de José o los de los profetas). El hecho de que la mujer de Pilato haya recibido un sueño tan significativo puede interpretarse como un medio por el cual Dios trata de influir en la decisión de Pilato, sugiriendo que Jesús no merece ser condenado.
Tras la flagelación, Jesús es presentado por Pilato ante la multitud con la famosa exclamación: “¡Ecce Homo!” (“¡He aquí el hombre!”). En ese momento, a Jesús le ponen una corona de espinas y un manto púrpura, como un burlesco intento de hacerle pasar por un rey.
El camino de la cruz, o Vía Crucis, es uno de los momentos más significativos del Viernes Santo. Jesús, cargando su cruz, es obligado a caminar por las calles de Jerusalén hasta el monte Gólgota. Durante este camino, Jesús cae tres veces bajo el peso de la cruz, pero se levanta siempre, mostrando su resistencia al sufrimiento. En el camino, se encuentran varias personas, como las mujeres de Jerusalén, que lloran por Él. Jesús les responde: “No lloréis por mí; llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.” (Lucas 23:28). Este momento es una expresión de la compasión de Jesús, quien, a pesar de su sufrimiento, sigue pensando en el bienestar de los demás.
Una vez en el monte Gólgota, Jesús es crucificado entre dos ladrones. Durante las horas que permanece en la cruz, Jesús pronuncia varias palabras que han quedado grabadas en la memoria cristiana, como “Padre, perdona a ellos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34) y “Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46).
El Evangelio de San Marcos narra: “Cuando llegó la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena, Jesús clamó a gran voz: ‘Elí, Elí, lama sabachtani?’, que significa: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’” (Marcos 15:33-34) Finalmente, Jesús expira y, con su muerte, el velo del Templo se rasga en dos, señalando el acceso directo a Dios para todos los creyentes. La muerte de Jesús es el acto supremo de sacrificio por la salvación de la humanidad.
Después de la muerte de Jesús, su cuerpo es retirado de la cruz y colocado en un sepulcro nuevo, propiedad de José de Arimatea que había sido secreto seguidor de Jesús. El cuerpo de Jesús es envuelto en lino y colocado en la tumba, y una piedra es rodada para sellar la entrada. Así, Jesús es sepultado, aguardando su resurrección en el tercer día.
“José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había cavado en la roca; y, después de hacer rodar una gran piedra a la puerta del sepulcro, se fue.” (Mateo 27:59-60).
El Vía Crucis en el mundo
El Viernes Santo es un día de recogimiento y dolor, y la liturgia de este día refleja este tono sombrío. En la Iglesia Católica, se celebra la Liturgia de la Pasión del Señor, que incluye la lectura de la Pasión según San Juan, la adoración de la cruz y la comunión con los fieles, pero sin la celebración de la misa.
Además, es común que se celebren procesiones del Vía Crucis, donde los fieles recorren un camino simbólico que rememora los momentos clave del sufrimiento de Cristo. En muchas partes del mundo, se realizan representaciones vivientes de la pasión de Jesús, especialmente en lugares como España e Italia e Iberoamérica.
En muchos países de América Latina, el Vía Crucis se celebra con gran fervor, especialmente en países como México, Guatemala y Perú. Las procesiones suelen recorrer las principales calles de las ciudades, con pasos que representan los diferentes momentos de la pasión de Cristo. En algunas regiones, los participantes asumen el papel de Jesús, cargando una cruz, o de los soldados romanos que le acompañan.
En España, especialmente en Sevilla y en otras ciudades andaluzas, las procesiones del Viernes Santo son famosas por su solemnidad y belleza. Los pasos, que son esculturas religiosas que representan escenas de la pasión, se desfilan por las calles de forma espectacular, a menudo acompañados por nazarenos que marchan descalzos y con capirotes.
En Italia, la tradición del Vía Crucis es igualmente importante, especialmente en Roma, donde el Papa preside la Vía Crucis en el Coliseo, congregando a miles de peregrinos que siguen cada estación de la cruz en oración y meditación.